lunes, 11 de agosto de 2008

Mi pequeño GRAN amor




Nueve meses de espera impaciente, de un amor incierto y de una llegada próxima a cambiarnos la vida a todos. Sergio Humberto Ayala Rivera es el primer hijo de mi hermana mayor, Mavel Rivera Cano, quien después de un embarazo difícil dio a luz a un ángel del cielo.

El 3 de marzo del 2008 fue el mejor día de mi vida, en donde esta tomó otro sentido. Toda la familia desbordaba alegría, el hospital lleno de Riveras, de Canos y de Ayalas. El primer bebé había nacido, un pedacito de persona de tres kilos y medio, tan pequeñito y frágil que cuando quise dárselo a su madre para que le de de lactar, tuve terror de lastimarlo.

Cada gesto, cada mueca, cada llanto o carcajada es motivo para celebrar la felicidad que está a punto de estallar en mi ser. Pueden existir días malos, complicados y llenos de problemas pero llegar a casa y ver la sonrisota de Sergio es como guardar todas esas dificultades en una bolsa y dejarlas tras cerrar la puerta y extender los brazos a aquel angelito bello.

Su mirada pura e ingenua llena mi corazón de alegría y los días son eternos en sus ojitos. Las horas pasan lentas cuando ves en sus ojos y le preguntas pero él te responde en un idioma sólo comprensible por él.

Después de cuatro meses, una sonrisa inocente en un día lúdico, él se roba con amor la atención de todos. Es la primera vez que mira a la cámara, con cuatro meses ¿Quién podría imaginarlo?

Cada día más grande y descubriendo dulcemente el mundo. En la matiné de su primita, aun sin poder caminar solo ya se movía para bailar, tanto era su entusiasmo que se ganó un premio lleno de dulces, los mismos que se quería comer al mismo tiempo.

Nadie resiste esos cachetotes tentadores que siempre llaman a un besito o a un apretón con las manos. Son tan suaves que parecen las alas de un ángel.

Es una perfecta obra de Dios, maravilloso angelito que tropezó con una nube y cayó del cielo. Disfruta mucho de la naturaleza, cada vez puede movilizarse mejor. Un buen día, lo vi corriendo con su andador levantado en sus manos, fue cuando dio sus primeros pasos.

La tecnología llegó a sus bellas manitos y con ello las travesuras van teniendo más alto alcance. Gasta el saldo, habla en un idioma que nadie entiende o simplemente avienta el celular donde caiga cuando se aburre. Esas travesuras ya van teniendo consecuencias.

Aparecieron los primeros dientes que aunque pequeños, dejan grandes huellas. Y de eso puede dar fe su madre, quien fue la primera en sentir los primeros dientes.

Así como jugar con el celular, le encanta tomarse fotos. Ahora ya mira a la cámara apenas escucha la palabra: “foto”.

Mi pequeño GRAN amor después de un año y medio de nacido y de un largo día de juegos que seguirán por muchos años más. Ya está aprendiendo las vocales y salta y baila como nadie cuando está feliz. Un día con él es agotador, pero un día sin él es tristemente fatal.
Nueve meses de espera impaciente, de un amor incierto y de una llegada próxima a cambiarnos la vida a todos. Sergio Humberto Ayala Rivera es el primer hijo de mi hermana mayor, Mavel Rivera Cano, quien después de un embarazo difícil dio a luz a un ángel del cielo.

El 3 de marzo del 2008 fue el mejor día de mi vida, en donde esta tomó otro sentido. Toda la familia desbordaba alegría, el hospital lleno de Riveras, de Canos y de Ayalas. El primer bebé había nacido, un pedacito de persona de tres kilos y medio, tan pequeñito y frágil que cuando quise dárselo a su madre para que le de de lactar, tuve terror de lastimarlo.

Cada gesto, cada mueca, cada llanto o carcajada es motivo para celebrar la felicidad que está a punto de estallar en mi ser. Pueden existir días malos, complicados y llenos de problemas pero llegar a casa y ver la sonrisota de Sergio es como guardar todas esas dificultades en una bolsa y dejarlas tras cerrar la puerta y extender los brazos a aquel angelito bello.

Su mirada pura e ingenua llena mi corazón de alegría y los días son eternos en sus ojitos. Las horas pasan lentas cuando ves en sus ojos y le preguntas pero él te responde en un idioma sólo comprensible por él.

Después de cuatro meses, una sonrisa inocente en un día lúdico, él se roba con amor la atención de todos. Es la primera vez que mira a la cámara, con cuatro meses ¿Quién podría imaginarlo?

Cada día más grande y descubriendo dulcemente el mundo. En la matiné de su primita, aun sin poder caminar solo ya se movía para bailar, tanto era su entusiasmo que se ganó un premio lleno de dulces, los mismos que se quería comer al mismo tiempo.

Nadie resiste esos cachetotes tentadores que siempre llaman a un besito o a un apretón con las manos. Son tan suaves que parecen las alas de un ángel.

Es una perfecta obra de Dios, maravilloso angelito que tropezó con una nube y cayó del cielo. Disfruta mucho de la naturaleza, cada vez puede movilizarse mejor. Un buen día, lo vi corriendo con su andador levantado en sus manos, fue cuando dio sus primeros pasos.

La tecnología llegó a sus bellas manitos y con ello las travesuras van teniendo más alto alcance. Gasta el saldo, habla en un idioma que nadie entiende o simplemente avienta el celular donde caiga cuando se aburre. Esas travesuras ya van teniendo consecuencias.

Aparecieron los primeros dientes que aunque pequeños, dejan grandes huellas. Y de eso puede dar fe su madre, quien fue la primera en sentir los primeros dientes.

Así como jugar con el celular, le encanta tomarse fotos. Ahora ya mira a la cámara apenas escucha la palabra: “foto”.

Mi pequeño GRAN amor después de un año y medio de nacido y de un largo día de juegos que seguirán por muchos años más. Ya está aprendiendo las vocales y salta y baila como nadie cuando está feliz. Un día con él es agotador, pero un día sin él es tristemente fatal.

No hay comentarios: